Madurescencia y revolución interior

Hoy es siempre todavía - A Huxley



Llueve al fin y hace frío. Ya era hora... Dedico el fin de semana a escribir, a mano.
Este 2012 está arrancando con mucha parsimonia y eso me permite dejar de lado por unas horas la búsqueda de materiales, la recopilación de enlaces interesantes en tweets, el sumergirme en internet buscando perlas ocultas y sentarme frente a mi libreta nueva y dejar que la mano corra sola en un ejercicio de escritura automática que hace muchísimo tiempo que no intentaba.


Y vienen a mí imágenes e historias que hablan de la fragilidad de  cada uno de los seres humanos, el delicado equilibrio que nos mantiene en pie y serenos mientras a nuestro alrededor un remolino, cuando no un ciclón de cambios continuos, crisis monstruosas, hecatombes... nos mueve el escenario que tenemos bajo los pies.




Ninguna certeza, "todo por hacer", como dice Pau García Milà, paseando alegremente junto al abismo que nos dibujan desde la tele, desde la prensa y, sin embargo..., nunca me pareció el mundo más preñado de posibilidades, nunca me sentí más inicial, comenzando una aventura estimulante, una nueva historia. 


Hoy más que nunca sé que ha llegado mi hora, nuestra hora, la hora de los solitarios que no aceptamos órdenes de jefes mediocres, ni de autoridades impuestas. La hora de los que creemos que cada uno de nosotros ha estado esperando que todo se pusiera patas arriba para volver a empezar, volver a intentarlo, inaugurar de nuevo la historia.




Cualquier tiempo pasado fue peor. Tardas mucho en darte cuenta de que sólo tienes presente. Nunca me costó nada olvidar, cerrar puertas, pasar página. 


Y hoy estreno el mundo futuro, el que inauguró internet no hace mucho, el de la generosidad y la colaboración, tiempos líquidos, época de incertidumbre, según Zygmunt Bauman, sociedad en red con conexiones y desconexiones aleatorias, la era del fin de la soledad quitando lo que tiene de peyorativo el artículo de William Deresiewicz y dejando la idea de que internet puede aliviar nuestra soledad. 


Revolución madura, transformación permanente, mundo beta... el inicio de una historia.

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