Madurescencia y metanoia
Transformándonos...
"Escribí este libro en 1911, cuando tenía 36 años, punto crítico que señala el comienzo de la segunda mitad de la vida, en la cual no pocas veces se produce una metanoia, una modificación de mentalidad."
C.G. Jung En el prólogo a la cuarta edición de Símbolos de Transformación
Cada mañana, como si de un maquillaje se tratara, el maquillaje del clown sabio, blanco impoluto, cada mañana, sin una sola grieta, recompone su figura como Alaska ante el lienzo de su cara sin cejas..., delimitando, definiendo, intensificando y escondiendo bajo el lápiz delineador lo que a nadie le quiero mostrar.
Y llega el día en el que no te apetece esconderte tras maquillajes y tintes, tras la alaboradísima máscara que disfraza a las mujeres madurescentes, solas al fin y emerge feliz la niña traviesa, que fantasea con encuentros fabulosos, éxitos deslumbrantes y premios de la lotería.
Ese estado de alegre ensoñación, es el bálsamo necesario para sobrevivir en un día a día arduo, gris y hasta mezquino..., ella que soñó con rutilantes atardeceres de intensa comunicación con seres extraordinarios de los que aprender a vivir.
Ante el espejo, si me miro a los ojos, soy la de siempre, pero para ser feliz, para crecer, eso ya no me sirve... Quiero ser otra, quiero ser mejor, quiero transformarme en la mejor versión de mí misma para que los sueños por fin sean parte de mi cotidianeidad.
Y reconocer que habito en otro cuerpo que tiene otras exigencias y otros deseos, que los sueños incumplidos no son ya míos, son de la que fui y de nada sirven. Sueños y deseos nuevos y correr un tupido velo sobre lo que no sucedió nunca.
Sucederá lo que yo construya con los mimbres nuevos nacidos hoy sin lastres y con todas las heridas de mi historia cicatrizadas.
Nueva, distinta, otra...
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