Golden Workers: Saber cómo, saber qué, saber por qué...

Sabemos más de lo que podemos decir...

GoldenWorkers resilientes.



Fantaseo a menudo con la idea de trasladarme a vivir a un lugar de ensueño, cerca del mar, y esta Semana Santa me he acercado hasta la antiquísima Ampurias para impregnarme de olor a yodo y pinos y así revitalizarme con lo que vieron los ojos de cansados militares griegos, que aquí venían a retirarse, protegidos por la bahía de Rosas y ante el mismo mar que los vio nacer.


Como yo, otros muchos se instalan estos días en el Ampurdán, buscando la paz y la actitud contemplativa, que ya nada tiene que ver con lo religioso, pero que coincide con la Semana Santa y el inicio de la primavera. Como las plantas, después de respirar estos aromáticos aires, rebrota desde lo más hondo una nueva esperanza de reinvención, reinicio..., resurgimiento tras el invierno.



Desde que vivimos instalados en la incertidumbre y el cambio permanente, buscamos desesperadamente un minuto de sosiego, un rincón donde habite la certeza de lo inamovible, y es en la naturaleza donde los ciclos se repiten imperturbables.

Y desde Ampurias y en peregrinación he recorrido los refugios de algunos amigos míos y recogido la desazón que nos embarga a tantos compañeros de generación.

Nos vemos forzados muy a nuestro pesar, porque nos educaron en la aversión al riesgo, a reinventarnos en la madurez.

Nuestros oficios, a los que nos hemos dedicado en cuerpo y alma hasta convertirnos en expertos especialistas, están en vías de extinción, si no han desaparecido ya.  

Nuestras creencias, por ejemplo sobre el amor eterno, hechas trizas por dolorosos divorcios o fugaces enamoramientos arrebatadores (...¡tantas películas americanas en nuestro haber!!!) que dejan un largo regusto amargo.

Desclasados porque nuestro declive económico lleva emparejado un nuevo orden social que nos excluye de los lugares que nos pertenecieron hasta hace poco...

Algunos , golpeados por la crisis, sumidos en el desconcierto, tiran la toalla y se instalan en la lástima de uno mismo, se miran el ombligo y culpan al mundo de su propio declive.

Muchos, sin embargo, inician una nueva andadura y no es difícil encontrar directivos convertidos en consultores o docentes, arquitectos y diseñadores transformados en artesanos, periodistas que ejercen de community managers, informáticos que vuelven a la tierra y cultivan un huerto... Y todos ellos lo hacen pasados los cincuenta. 



Y todos ellos entran en la lucha por la vida de nuevo como en la primera juventud... Es eso que llamamos "madurescencia", la bendita crisis del volver a empezar con otro cuerpo y otro proyecto, tan diferentes de nuestra primera historia.

Somos "golden workers" de arquitectura resiliente, fortalecidos por las tensiones, perturbaciones y desastres pasados, capaces de adaptarnos a nuevos entornos y requerimientos, en este momento de "darvinismo digital" en el que la tecnología y la sociedad se transforman a mayor velocidad que las empresas y las organizaciones y que por lo tanto ya no se requieren empleados, sino innovadores autónomos, profesionales dueños de su destino que empujan a las empresas hacia el cambio permanente y la reinvención constante.

Y buscamos nuevas maneras de convivir y relacionarnos, para fundar nuevas formas de compartir momentos y espacios, tan alejadas de la familia, tan próximas a la tribu...

Se acaban los días de tregua y retiro de Semana Santa. Volvemos de nuevo a la palestra. Y he visto en las miradas de mis compañeros de estos días la luz de los que están en el camino, en la senda de la reinvención personal. He visto la fortaleza de los que quieren saber "cómo", saber "qué", saber "por qué" en este nuevo acto de nuestra vida.

No estamos solos y somos muchos... ¡tenemos todo por hacer!





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