TODOS SOMOS EXTRANJEROS
Post escrito a medias con Edita Olaizola al salir de una master class del profesor Itamar Rogovsky
Imagen: www.diarioinformacion.com |
Es la segunda vez que
escribo un post con Edita
Olaizola. Somos buenas amigas y los pocos ratos que estamos juntas nos
ofrecen múltiples alegrías. Una de ellas, por ejemplo, es aprender de un
gran maestro. Escuchamos, anotamos, preguntamos, reflexionamos,
comentamos... y así nos enriquecemos juntas y disfrutamos de la vida.
Ya no quedan maestros.
Personajes que sobre una tarima te sacuden de tu modorra, ponen patas arriba
tus certezas y dejan que entre aire nuevo y ventile todos los rincones de tu
cerebro cargadito de mensajes televisivos. Maestros que, iluminados por la
vehemencia de su discurso, olvidan el micrófono porque en realidad nos hablan
al oído, tienen el poder de dirigirse individualmente a cada uno de nosotros.
A veces, con un poco de
suerte, escuchamos a un brillante gurú, que nos emociona superficialmente y del
que no recordamos nada al día siguiente.
Los maestros son otra cosa,
ya nunca volveremos a pensar igual, incorporan a nuestra propia visión y
experiencia nuevos escenarios y nuevos ángulos de percepción.
Nos estamos refiriendo a Itamar Rogovsky, un
maestro de los que casi no quedan, que desde la sencillez, la proximidad y la
argumentación retórica más clásica, vino a demostrar que todos somos
extranjeros… y esto en esta ciudad, la nuestra, que se cree capital de un
quimérico estado, y que, efectivamente, nos hace sentirnos extranjeras en nuestra
propia casa.
Y nosotras, con los oídos
bien abiertos y tomando notas sin parar teníamos la certeza de que su relectura
hoy iba a ampliar nuestro pequeño mundo y fuimos adentrándonos en la
descripción que del momento presente iba perfilando el profesor Rogovsky.
Nos advirtió que ni citas,
ni autores, pero detrás de cada frase se escondía un libro recién leído o
recién recordado, un autor de cabecera, una cita anotada en una servilleta de
un bar o en una libreta guardada en un bolsillo…
La afirmación de arranque
asentía que “todos somos extranjeros”
para llegar al colofón de que como
trabajadores somos extraños, extranjeros, estamos “fuera de lugar” en nuestra
empresa.
Las referencias al
enfrentamiento judío/palestino, musulmán/cristiano, latino/yankee,
blanco/negro, nos sirven para generalizar el problema de que para cada
individuo, el “otro” es un extranjero y nosotros mismos lo somos desde que
nacemos y somos expulsados del “paraíso”, del útero de nuestra madre.
Y así encerrados en nuestra
propia cultura, en nuestra zona confortable, el “otro” es vivido siempre como un “invasor” si quiere mantener
sus valores y principios, como un
“extranjero” si pretende integrarse y adoptar los nuestros.
Y lo mismo sucede en las organizaciones
en las que cualquiera que no se disuelva en la mediocridad de lo establecido,
lo usual, lo prescrito por la cultura de la empresa, es considerado un
extranjero y, en consecuencia, un enemigo que debe ser expulsado de la
comunidad compacta y hermética que configuran tantas organizaciones hoy.
De hecho, aseguró que "el sentimiento de extranjería
es el paradigma de la situación organizacional actual".
Y los “Jinetes del
Apocalipsis” contra los que debe luchar ahora la dirección de la empresa o en
su ayuda Recursos Humanos para renovar, reinventar, reiniciar… las relaciones
empresa/trabajador, nos decía el profesor Rogovsky, son la cooptación, el
ghetto, el gatopardismo, el mobbing y la tanatopolítica… plagas todas ellas
relacionadas con la exclusión del “otro”, con el sentimiento de extranjería que
insuflan muchas organizaciones para situarse sus directivos en un plano
superior, excluyente, elitista, autoritario… que responde más a estructuras y
relaciones eficientes en el siglo XX pero que son claramente obsoletas en el
siglo XXI.
Gracias, maestro.
(¿Quieres leer un artículo relacionado? Orfandad y empresa en el s. XXI )
Comentarios
Publicar un comentario