¿Quieren o deben los babyboomers retirarse?
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Si usted es una persona con talento, eso no significa que haya ganado algo. Significa que usted tiene algo que dar. Carl G. Jung
Cuando murió Franco yo tenía 19 años. Se abría ante mí un mundo nuevo que me exigía manifestarme, decidir, optar, rechazar, luchar por algo... cada día.
Me fui construyendo como adulta inaugurando espacios de la libertad que les había sido negada a mis padres, que dedicaron un gran esfuerzo a que mi vida fuera mejor que la suya.
Así que mi vida se caracteriza desde que tengo memoria por una adaptación constante a nuevas maneras de trabajar, aprender, relacionarme... vivir. El cambio es la constante, de forma que pasé sin aspavientos de la máquina de escribir al ordenador y de ahí, en una transición natural, al smartphone, sin traumas, sin dificultad, viviendo cada nueva herramienta como una mejora, un avance para facilitarme la vida. Y eso en cuanto a la tecnología, pero lo hago extensible a métodos de trabajo, sistemas de comunicación... El esfuerzo de adaptación fue y es siempre mínimo, siento que lo que gano es siempre superior al esfuerzo que debo realizar.
Al llegar a la cincuentena agradecí que en tantos momentos se me siguiera considerando una aprendiza porque eso impidió que tirara la toalla, que dejara de aprender, de crecer, de evolucionar y transformarme. El aprendizaje a lo largo de mi vida profesional ha ocupado gran parte de mi tiempo hasta convertirse en un hábito. Y así, casi sin notarlo, abro y abro cajas de nuevos intereses a los que me acerca cada nuevo aprendizaje, manteniendo intacta una insaciable curiosidad.
El trabajo, las relaciones, el mundo se transforma imparable y yo con él porque estoy viva y el presente es el único tiempo posible. Los años, la experiencia acumulada, me facilita insertar nuevos aprendizajes en conocimientos antiguos, me permite asociar conceptos, trazar puentes entre tecnologías e innovaciones que no son más que desarrollos de recursos ya conocidos, buscar atajos para resolver nuevos problemas. Visualizo con relativa facilidad cuando una innovación aporta una solución a un problema real y cuando es un espejismo, un bluff...
Ya no aprendo como cuando preparé oposiciones con 30 años. Apenas utilizo la memoria para retener nuevos conceptos o informaciones. He aprendido a buscar y a separar la paja del grano, a descubrir perlas ocultas entre tanto ruido y basura. Sé dónde se esconden los buenos maestros y cómo seguir su rastro. La experiencia ha acrecentado mi intuición y mi olfato a los que hago más caso que años atrás en los que descartaba cualquier pálpito e intentaba aplicar el análisis más racional a cualquier problema que se presentaba.
Educar a los adultos significa ponerlos en situaciones aptas para promover en ellos un cambio en su modo personal de vivir, de pensar y de comportarse. La edad adulta: una nueva etapa para educarse, Narcea, Madrid, 2003
Aprendizaje por integración más que por absorción que corresponde más a cuando se carece de referentes. Integración de nuevas metodologías, técnicas, recursos y contactos para ampliar cada vez más nuestra zona de confort hasta que ocupe el máximo posible de forma que estemos en nuestra salsa en cualquier situación por cambiante que sea., de forma que podamos utilizar múltiples lenguajes y entender realidades diversas.
Aprendizaje por comparación y analogía, por saber tirar del hilo y profundizar así en cualquier asunto, aunque estemos en tiempos de superficialidad y suframos de la moderna dificultad de focalizar nuestra atención y nos dispersemos picoteando de aquí y de allá. Los babyboomers comenzamos nuestro aprendizaje del mundo aprendiendo a disciplinarnos e insistir e insistir... hasta comprender.
Y como dice J.A. Marina "nuestro cerebro es una colosal máquina de aprendizaje. El talento no está antes, sino después de la educación (...) Y necesitamos generar talento porque es el fundamental recurso económico de nuestro tiempo."
La educación de los adultos es, más que un derecho, una clave para el siglo XXI. Es una consecuencia de la ciudadanía activa, y una condición para participar plenamente en la sociedad (UNESCO, V Conferencia Internacional, Hamburgo 1997)
Los babyboomers ya no podemos hablar de envejecimiento sino que nos debe ocupar la longevidad, que supone la necesidad de seguir aprendiendo para poder seguir aportando. Y por todo esto las palabras "retiro" o "jubilación" me suenan a voces del siglo XX. Habrá que inventar nuevas palabras para describir la longevidad generativa, esa nueva etapa vital en la que es más importante el mantenimiento que la reproducción, etapa en la que construir nuestro legado, nuestra aportación a la necesaria transformación de la sociedad. Ciclo vital en el que centrarnos en la participación generosa en proyectos profundamente humanos, de desarrollo del propio talento y del de los otros, momento de compartir sueños y esperanzas para contradecir con energía la distopía que nos amenaza y caminar hacia un nuevo renacimiento humanista.
Seguramente una de las aportaciones del adulto sénior a cualquier proyecto empresarial es que ha sustituido la "audacia" por la "decisión". El adulto sénior, en general, no espera el éxito ni brillantes victorias, conoce el valor real de la existencia y la fidelidad al propio yo.
Se habla y se escribe mucho sobre el envejecimiento de la población y muy poco sobre la longevidad y la esperanza de vida, que es otra manera de enfocar el tema desde la perspectiva de la participación, la productividad, la generatividad y no desde el progresivo deterioro al que se asocia el ir cumpliendo años. Si cada año que pasa aumenta la vida que ganamos y si esa vida es, además, para una gran mayoría, en un buen estado de salud física y mental, habrá que empezar a pensar en el alargamiento también de la vida activa, productiva y de participación social.
Cambian valores, mercados, relaciones laborales, tecnología para la producción y las comunicaciones, ahora es el momento de ayudar a los trabajadores maduros que inician un nuevo ciclo vital, inédito hasta ahora, a reinventar su carrera profesional, a transformar su vida, Transformación contiene la palabra aprendizaje y aquellos que no hayan perdido su capacidad de aprender (learnability) serán los que salgan victoriosos de su crisis madurescente.
Pero la mayor parte de los poquísimos programas dirigidos a la reinvención sénior parten de la base de la carencia de competencias del profesional maduro y se centran en ofrecerle cursos, seminarios, talleres, asesoría que resuelva esa carencia del trabajador. La mayor parte de esos programas se quedan en papel mojado porque no relacionan la demanda del mercado laboral con la oferta de formación que hacen a estos supuestos trabajadores obsoletos.
Sería más adecuado invertir los términos. Acudir a empresas y organizaciones y recoger sus demandas, sus carencias y sus necesidades de abordar tareas y funciones novedosas y trabajar a partir de ahí para cubrir puestos concretos, necesidades específicas con gran carencia de candidatos formados para estas nuevas funciones y tareas que la educación formal o reglada no aborda porque no las ha previsto.
Transformar al profesional a medida de la necesidad y sólo en el caso de poder garantizar su incorporación a esa función si su proceso de aprendizaje resulta exitoso.
En cuanto a los candidatos deben surgir tanto interna como externamente a la organización. Transformar posiciones obsoletas a través de procesos de intraemprendeduría y de equipos de innovación multigeneracionales e intrageneracionales y a la vez transformar a profesionales desempleados con profesiones obsoletas.
Intraemprendeduría porque son las empresas las que envejecen, los profesionales evolucionan y esa evolución debe ponerse al servicio de la transformación de la organización.
La lucha contra el edadismo debe pasar por diversificar la relación laboral de los profesionales con la empresa. Esa relación, para que sea equilibrada, tiene que partir de un pacto entre las partes, un contrato revisable y renovable por las dos partes, de forma que el profesional tenga la libertad de ofrecer su talento a más de una organización y la organización centre su relación con el profesional en un proyecto concreto, y no en el intercambio de tiempo por dinero.
De esta manera podrá evolucionarse desde la jubilación a una edad concreta, sea la que sea, hasta la decisión personal de compatibilizarla con períodos de dedicación a uno o varios proyectos.
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