Riazor en la niebla: Reflexión sobre el Aprendizaje en la Madurescencia
Mañana del 12 de octubre.
Amanece La Coruña bajo la niebla y el ambiente es frío y desapacible. Altero mis planes de excursión, ni a Santiago ni a la Costa da Morte y me instalo en mi habitación del Hotel Moon con la intención de avanzar un poco en los proyectos atrasados.
Aguanto poco rato, dicen (N. Carr) que Internet y Google en concreto ha alterado nuestra capacidad de concentración, me distraigo con facilidad, ya no aguanto leyendo más de media hora y trabajo de forma discontinua en periodos muy cortos e intensos.
Salgo a pasear pues y para mí en esta ciudad, paseo es igual a Riazor. A esta hora de la mañana la niebla es espesa y el ambiente frío. Paseo casi en solitario y de vez en cuando se cruza conmigo alguien que hace footing o va en bicicleta.
Pienso en las sesiones de los últimos días: He observado cómo se enfrentan los mayores de cada grupo a un nuevo aprendizaje.
Algunos vienen con la certeza de que no entienden nada ni podrán entender nada. Se autoflagelan y se consideran unos ineptos. Se rinden pronto. Si consiguen finalizar una nueva tarea lo atribuyen a la casualidad y no a su pericia. Se van a casa peor que han venido, con una amarga sensación de haber perdido el tren.
El segundo grupo es el de los muy aplicados: levantan la mano a cada paso y te requieren a su lado para que compruebes si lo han hecho bien, piden ayuda a sus compañeros a los que presuponen siempre más expertos que ellos mismos. Interrumpen la marcha de la sesión todas las veces que haga falta para no desengancharse. Después de una pausa, no recuerdan lo que hicieron antes y hay que repasar.
Un tercer grupo parece especialmente ocupado, atiende a su móvil continuamente, sale y entra en el aula a menudo con cara de preocupación. Suele tener vergüenza de reconocer su desconocimiento del mundo digital al que no quiere enfrentarse y no consigue acceder a nada porque las interrupciones (?) constantes se lo impiden.
El cuarto grupo es silencioso y metódico, se concentra en la pantalla y son siempre quienes primero terminan la tarea encomendada. Está en silencio porque su diligencia les permite entrar en mil y una páginas, consultar su correo, enviar unos cuantos mensajes, mientras el resto de los asistentes llegan lentamente a su nivel.
El siguiente son los dicharacheros, les interesa más el debate y la conversación que la práctica. Son muy necesarios porque motivan al ponente continuamente, lo estimulan a ampliar y profundizar en la información.
Los espabilados, van por delante del ponente, prueban, tocan, indagan, se dan de alta en todo lo que aparece en pantalla. Son buenos colaboradores durante la sesión si se les da oportunidad.
Y así seguiría porque creo que hay casi tantas maneras de aprender como personas.
Experimento conmigo misma: Me doy de alta en Netvibes. Sé que para muchos es sencillo, intuitivo..., no hace falta pensar. Intento no pensar, no puedo... No puedo no pensar que es lo que convierte en sencilla cualquier nueva plataforma, herramienta, app... Desaprender, desaprender, desaprender...
Imposible... Analizo, comparo con otras webs parecidas, produzco, no soy capaz de clicar al buen tuntún hasta dar con la tecla.
Algo parecido me sucede cuando me modifican una web. Delicious, por ejemplo, ¿Ha perdido utilidades?¿Es peor que la versión anterior? Porque yo no encuentro nada, no consigo darle el uso que le daba antes, al parecer ya no buscan por mí...
DESAPRENDER, DESAPRENDER, DESAPRENDER...
Amanece La Coruña bajo la niebla y el ambiente es frío y desapacible. Altero mis planes de excursión, ni a Santiago ni a la Costa da Morte y me instalo en mi habitación del Hotel Moon con la intención de avanzar un poco en los proyectos atrasados.
Aguanto poco rato, dicen (N. Carr) que Internet y Google en concreto ha alterado nuestra capacidad de concentración, me distraigo con facilidad, ya no aguanto leyendo más de media hora y trabajo de forma discontinua en periodos muy cortos e intensos.
Salgo a pasear pues y para mí en esta ciudad, paseo es igual a Riazor. A esta hora de la mañana la niebla es espesa y el ambiente frío. Paseo casi en solitario y de vez en cuando se cruza conmigo alguien que hace footing o va en bicicleta.
Pienso en las sesiones de los últimos días: He observado cómo se enfrentan los mayores de cada grupo a un nuevo aprendizaje.
Algunos vienen con la certeza de que no entienden nada ni podrán entender nada. Se autoflagelan y se consideran unos ineptos. Se rinden pronto. Si consiguen finalizar una nueva tarea lo atribuyen a la casualidad y no a su pericia. Se van a casa peor que han venido, con una amarga sensación de haber perdido el tren.
El segundo grupo es el de los muy aplicados: levantan la mano a cada paso y te requieren a su lado para que compruebes si lo han hecho bien, piden ayuda a sus compañeros a los que presuponen siempre más expertos que ellos mismos. Interrumpen la marcha de la sesión todas las veces que haga falta para no desengancharse. Después de una pausa, no recuerdan lo que hicieron antes y hay que repasar.
Un tercer grupo parece especialmente ocupado, atiende a su móvil continuamente, sale y entra en el aula a menudo con cara de preocupación. Suele tener vergüenza de reconocer su desconocimiento del mundo digital al que no quiere enfrentarse y no consigue acceder a nada porque las interrupciones (?) constantes se lo impiden.
El cuarto grupo es silencioso y metódico, se concentra en la pantalla y son siempre quienes primero terminan la tarea encomendada. Está en silencio porque su diligencia les permite entrar en mil y una páginas, consultar su correo, enviar unos cuantos mensajes, mientras el resto de los asistentes llegan lentamente a su nivel.
El siguiente son los dicharacheros, les interesa más el debate y la conversación que la práctica. Son muy necesarios porque motivan al ponente continuamente, lo estimulan a ampliar y profundizar en la información.
Los espabilados, van por delante del ponente, prueban, tocan, indagan, se dan de alta en todo lo que aparece en pantalla. Son buenos colaboradores durante la sesión si se les da oportunidad.
Y así seguiría porque creo que hay casi tantas maneras de aprender como personas.
Experimento conmigo misma: Me doy de alta en Netvibes. Sé que para muchos es sencillo, intuitivo..., no hace falta pensar. Intento no pensar, no puedo... No puedo no pensar que es lo que convierte en sencilla cualquier nueva plataforma, herramienta, app... Desaprender, desaprender, desaprender...
Imposible... Analizo, comparo con otras webs parecidas, produzco, no soy capaz de clicar al buen tuntún hasta dar con la tecla.
Algo parecido me sucede cuando me modifican una web. Delicious, por ejemplo, ¿Ha perdido utilidades?¿Es peor que la versión anterior? Porque yo no encuentro nada, no consigo darle el uso que le daba antes, al parecer ya no buscan por mí...
DESAPRENDER, DESAPRENDER, DESAPRENDER...
Comentarios
Publicar un comentario