Esto antes no me pasaba: achaques madurescentes

Via Sonia González
El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos caminos sino en tener nuevos ojos. Marcel Proust


El jueves pasado salí camino de Madrid en el AVE con un estúpido ataque de ansiedad porque me había dejado el móvil en casa.


... ESTO ANTES NO ME PASABA...


Un día descubres que esta frase ...Esto antes no me pasaba... se ha convertido en un comodín y que la mencionas por lo menos un par de veces al día.


"Antes" es ese improbable tiempo en el que no me dolía nada, en el que no olvidaba nada, en el que sabía perfectamente a qué había ido hasta la cocina, para hacer qué cosa...


Ese mítico momento en el que al ver el rostro de cualquier artista recordaba inmediatamente su nombre o cómo se llamaba el marido de una compañera de trabajo.


Sé que ese tiempo en realidad nunca existió y que siempre me ha dolido, poquito o mucho, algo y siempre he tenido pequeños olvidos que se resolvían en el momento más inesperado y horas más tarde de devanarme los sesos, recordaba perfectamente y de golpe que el "Sapore di sale" lo cantaba Rita Pavone.







La diferencia es que ahora mis dolores y mis olvidos me preocupan y lo que "antes no me pasaba" tiene más que ver con la angustia que me produce que con el hecho en sí de tener achaques y lagunas de memoria.


Google se ha convertido en mi memoria extendida y por extensión Internet y mi teléfono móvil en una extensión de mi cuerpo.

Y olvidarme el móvil es una tragedia sin parangón, tengo la misma sensación que si saliera a la calle sin ropa interior, me siento desprotegida, vulnerable, aislada.


Y llego a la empresa donde tengo que dar la charla y pido con urgencia un baño y un ordenador conectado: dolores y olvidos (!)


Empieza la sesión y siempre estoy a gusto entre formadores, en mi "Elemento" como diría Sir Ken Robinson. Todo fluye y por primera vez en el día siento las ventajas de tantas horas de vuelo acumuladas...




Por la tarde no puedo perderme la exposición de  Hopper en el Museo Thyssen


La luz, la intimidad, la soledad, el silencio interior rodeado de ruido, el mar, la ciudad, personas alimentándose de sol, por la mañana al despertar, tal vez en el sanatorio, casa uno consigo mismo. El trabajo, la oficina, reuniones al anochecer. Baños de luz, belleza/fealdad de las construcciones urbanas. Casas de pisos, aisladas acrecentando su fealdad hermosa. Cine, cine, cine, mucho cine visto, planos, ángulos, contrapicados de paseos nocturnos por la ciudad desierta.


Hopper y la iluminación de la escena íntima: un hombre en una barra de bar, una mujer sentada en la cama de un hotel, una secretaria al final de la jornada en su oficina, los dos últimos espectadores en la platea de un teatro, una mujer en el dintel de la puerta un día de calor... Soledad, soledad, introspección.


Y llena de esa luz tamizada de soledad salgo del Museo para inaugurar la noche madrileña con Ruth y un gin tónic azul en una terraza de hotel frente a un mar de tejados ...










Y cenamos en el Mercado de San Antón, noche desbordante de palabras, las historias se pisan, se sobreponen, se interrumpen y se retoman... Intentamos ponernos al día después de meses y meses de casi exclusivo contacto "tweetero".


Y vuelve el ataque madurescente y "debo" retirarme pronto porque tengo que madrugar y más de dos copas requieren más de seis horas de sueño... y mañana asistiré a la Thinking Party de la Fundación Telefónica... pero esta es otra historia...



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