Aprendizaje en agosto

Está la ciudad en silencio en lo más profundo del mes de agosto, sábado 18.  

Puedo oír casi los pensamientos de los cuatro que hemos quedado en este edificio, en esta calle, en este barrio, pero me acompañan todos los fantasmas de esta temporada que acabó (el año empieza en septiembre, es obvio) y que han entrado en mi vida, han dejado un poso que ahora paladeo y algunos de ellos se han ido casi sin notarlo.

Aprendemos gracias al lenguaje y a la imitación. Aprendemos porque conversamos y porque cada uno de los actos de las personas que nos rodean dejan una huella en nuestro cerebro, impactan en nuestras neuronas espejo e incorporamos sus experiencias a nuestra historia vital.

Nuestro primer aprendizaje fue aprender a imitar y de ahí surgió esa capacidad humana de ponerse en la piel de otro, de "comprender". Y a medida que pasa el tiempo podemos comprender a casi todo el mundo, incorporar a nuestra historia a amigos y enemigos de los que copio frases, actitudes, posturas, gestos, porque eso es la "cultura", esa forma de apropiarse de las historias de los otros.

Y cuando escribo, parece que siempre es a través de las palabras de otro al que leí, al que oí o al que imaginé en una conversación que nunca acaba, en ese rumor permanente que hay en mi cabeza compuesto por todas las palabras que no se lleva el viento, sino que atesoro en ese arcón de los recuerdos y del que voy sacando cada una de las frases que acabarán componiendo "La Revolución Madurescente"


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