Ciclos vitales y madurescencia: Dafne y los rituales de fertilidad en el solsticio.


Es noche de San Juan. Dafne se dispone a quemar en papelitos de colores lo que ha anotado primorosamente: cada una de las humillaciones, disgustos, decepciones, barrabasadas (¡con qué amor escribe palabras casi olvidadas que a menudo decía su padre!), traiciones y malos tragos de este último año. Arderán en su hoguera particular, iniciando así un nuevo ciclo de renovación personal con este "borrón y cuenta nueva" que todo lo limpia simbólicamente.

Pasó el último San Juan junto al mar, en Ampuries, desde donde asistió a una puesta de sol incendiaria entre los pinos que vieron a los jubilados militares de la Grecia clásica fundar este bello lugar.

Este año se queda en Barcelona. Es noche de San Juan y su terraza ya huele a pólvora y atruenan los petardos de los niños que ya han acabado las clases y celebran la llegada de las vacaciones. Ella ya no recuerda el significado de la palabra vacaciones...

Dafne ha comido hoy en una terraza de la Barceloneta con Blanca, esperando que a los postres la "marinada" refrescara algo el ambiente bochornoso de la Barcelona cercana al mar. Ensaladilla rusa, mejillones al vapor, calamares a la romana, láminas de alcachofa fritas..., comer "de tapas" suelta la lengua y aligera el espíritu.

Hablan de su personal revolución, de su cambio de ciclo, de la resurrección que sucede a tocar fondo, de la soledad, a menudo gozosa, que va unida a la edad. Blanca está leyendo a Krishnamurti, te recomiendo "Libertad interior", le dice a Dafne. Debería ser obligatorio retirarse tres meses como un ermitaño para conocerse a uno mismo, alejarse de esa necesidad, que hasta hace tan poco teníamos, de reconocimiento y compañía, para centrarnos en nosotras mismas.

Es la única manera de encontrar nuestro talento, nuestro "elemento" como diría Sir Ken Robinson, no el "oficio", la "profesión" que hemos desarrollado durante décadas, sino la habilidad consustancial que nos caracteriza y nos distingue, el talento oculto que nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia y que ahora debemos dejar aflorar sin falta, para poder disfrutar sin límites de este nuevo ciclo vital. Somos otras, somos nuevas, inaugurando "oficio", cambiando de escenario, transformando viejos hábitos, es nuestra "revolución madurescente".

Le dice Blanca a Dafne: Tenemos que contarle a todo el mundo lo difícil que nos lo ponen. Si soy autónoma pago más que nadie porque tengo más de 50 años. Ni se me ocurra presentarme a una entrevista para optar a un trabajo aunque lo haya realizado durante más de 30 años, o precisamente por eso. En cualquier lugar te van a suponer una falta de energía, una desgana que supongo está inspirada por todos los anuncios en los que aparecen seniors: fijadores de dentaduras postizas, cremas y geles para las articulaciones, medicamentos varios, cruceros por el Mediterráneo... viejos prematuros llenos de achaques, ¡así nos ven!!!

La verdad es que ahora trabajo más que nunca, pero me preocupo menos, supongo que conozco todos los atajos, ja, ja, pero no es falta de energía, no, ¡es experiencia!

Están cerca de la playa. Dafne recuerda los viejos rituales de la noche de San Juan en la que hay que dejarse bañar por nueve olas. Arremangan sus pantalones y en su gozosa madurescencia, sin temor a quedarse embarazadas tras el ritual, dejan que el Mediterráneo lama sus piernas con la esperanza de que la fertilidad se les dé en forma de buenas ideas y mejores actos, que la imaginación se desborde y el nuevo ciclo venga lleno de intensidad y novedades.


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