El futuro es sénior (traducción al español)
Artículo aparecido en el diario ARA el 23/10 del 2016. Traducción al español del original en catalán
Agradezco a Nereida Carrillo su sensibilidad y su magnífica pluma
El Futuro es Sénior
Inagen: Pere Virgili |
Tras el entramado de clorofila del jardín se esconde una bañera color merengue. Un objeto reservado a las estancias más íntimas expuesto a la intemperie no indica que la casa esté abandonada, sino que aquí tiene su taller de cestería e iluminación Marta Penina. En la bañera remoja las fibras vegetales que luego transformará en lámparas y puertas de armarios. Es en esta casa de Cardedeu donde Marta ha recomenzado varias veces. La primera, tras la crisis de los 90, que la obligó a bajar la persiana de su taller de confección en Barcelona. La segunda, hace cuatro años, cuando volvió de Estados Unidos después de una relación truncada y con un portazo de su antigua empresa que, en plena crisis, le exigía hacerse autónoma para reanudar la relación laboral.
Marta tiene 58 años. Pertenece al grupo de los llamados golden workers o trabajadores de edad -mayores de 45 o 50 años, no hay consenso-. Preciados por su conocimiento y experiencia, no siempre son valorados. Laura Rosillo, coach de seniors y formadora digital, explica la situación de este colectivo con una viñeta del historietista argentino Liniers en que se ve un árbol que va creciendo y que, cuando obtiene un tronco fuerte y una copa majestuosa, es talado. "Estúpidos" es la valoración del padre de Macanudo. Los golden workers son árboles de una generación a quienes se les prometió la utopía de un buen trabajo para siempre. Pasado el ecuador del medio siglo, se ven a menudo arrinconados en la empresa, despedidos u obligados a recomenzar por otras circunstancias personales.
Marta: un olivo
Tiene una gran resistencia a la sequía y un fruto suculento. Es una especie profundamente mediterránea, con un tronco grueso, lleno de protuberancias, y una copa despeinada, libre. Si fuera un árbol, Marta sería un olivo, como los que encontramos desnudos en su taller, junto con otros materiales como la médula de ratán o el mimbre. En el taller de Marta, cada objeto recuerda un elemento de la naturaleza y una persona. Como la silla hecha por su maestro, Miquel Serra, de Batet de la Serra. Unos minutos después de apoyar el cigarrillo que había encendido -porque allí, en su espacio, nadie se lo puede recriminar- Marta olvida dónde está. Es el único signo de la edad. Al margen de esto, se siente muy joven: "Tengo mucha energía. Desde la pasión se tiene más energía ".
Cuando cerró su taller de confección, con deudas y un hijo de cuatro años, Marta decide trabajar para otros. Encadena trabajos inestables durante 15 años. Después de su aventura al otro lado del Atlántico, con 54, el choque emocional y las barreras del mercado laboral la abocan a un pozo oscuro. "Entro en un periodo de cierre, de introspección, de soledad agridulce", explica. Como terapia, pinta. Sus pinceles dan forma a unas sábanas blancas tendidas al viento. Toma distancia del caballete para valorar el progreso de la estampa y ve una carencia: el cesto para recoger las telas secas. "Cojo un cesto de mis padres que conservo y lo coloco al cuadro. Mientras lo estoy pintando, me digo que eso es lo que quiero hacer. Fue una revelación ".
Sin nadie a cargo ni nada que perder, se lanza a su sueño. "He criado a mi hijo. No he podido hacer nada más que trabajar para otros. Ahora tengo toda la libertad ", confiesa. "Durante la vida -explica Rosillo- haces lo que ordena el mandato social y te olvidas del sueño de adolescencia, de lo que querías hacer cuando fueras mayor. Algunos tenemos la gran suerte de retomarlo ". Rosillo ayuda universidades y mutuas de seguros a diseñar planes para reactivar a sus trabajadores de edad. Es lo que pretende la "Age Management" o Gestión de la Edad, una filosofía que despunta ya en Australia y Estados Unidos. Como un castillo de naipes, Rosillo hace caer uno por uno todos los mitos sobre los empleados veteranos: incapaces de aprender, menos productivos, no digitales, reacios a cambiar. "El problema más grave que tiene una persona de 55 años es que hace 30 que está el mismo lugar, haciendo el mismo proceso. Daría su vida por cambiar ", enfatiza.
Emili: un pino blanco
Vive unos 80 años, florece en primavera y tiene hojas finas y flexibles de entre 5 y 12 centímetros de largo. El pino blanco se sabe regenerar después de las llamas. Con las altas temperaturas, las piñas se abren y sueltan muchos piñones que, esparcidos por el viento, germinan y regeneran el bosque de nuevo. Si fuera un árbol, como aquel de Liniers, quizás Emilio Cobos sería un pino blanco. Tiene 57 años y dos hijos que, cuando perdió su trabajo, en 2012, tenían 8 y 10. La Emili comenzó su carrera laboral con 17 años. Trabajaba como auxiliar administrativo en una fábrica de material refractario de San Andrés de la Barca, que pasó de ser una empresa familiar a ser una multinacional.
Después de 16 años, cambia de sector. Se incorpora a la Fundación Talleres, dedicada a la inserción sociolaboral de personas con discapacidad. Allí ocupa diferentes cargos, como director del centro de Santa Coloma o jefe de producción.
El despertador sonaba insistente y tempranero a seis y media de la mañana para ir a la Fundación Talleres. Y lo hizo así durante 22 años, hasta que la crisis y el recorte de subvenciones el silenciaron. "Todo mi mundo era el trabajo. De repente me encontré fuera, con una situación de crisis y con una edad ", explica Emili, escondiéndose tras sus gafas y eclipsando con una sonrisa presente la amargura pretérita. "Me dolió mucho el orgullo", continúa relatando sin detalles una época que ha difuminado y prefiere describir, sucintamente, como "un proceso de duelo".
La historia de Emilio se repite en miles. En Cataluña, según la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre de 2016, hay 87.300 personas mayores de 55 años en paro. En España, cerca de 2.250.000 personas de más de 50 años tampoco tienen trabajo. Mucho de este paro es de larga duración. "Una vez fuera del mercado de trabajo -explica Lorenzo Serrano, responsable de paro de CCOO Cataluña-, la gente de más de 50 años tiene dificultades para encontrar trabajo, sobre todo un trabajo que tenga las características, el contrato y el salario de la que tenían ".
Durante su proceso de duelo Emili envió muchos currículos, pero ninguno de estos piñones germinó. Ninguna empresa le llamó. Emili se resiste a pensar que ha sido víctima de discriminación por razón de edad, pero este fenómeno existe y es polimórfico. El Informe Infoempleo Adecco de 2016 establece que el 96% de las ofertas laborales cierran el paso a los mayores de 46 años; exigen como requisito ser más joven.
Xavier Solà, doctor en derecho por la UAB, asegura que, si bien la normativa española prohíbe la discriminación laboral por motivo de edad, esta práctica se da y pervive con la tolerancia de las agencias privadas de colocación y la "permisividad" los tribunales. Las agencias, que según Solà "están obligadas a no cursar ofertas discriminatorias", las publican con impudicia. Y los tribunales españoles, explica el doctor, son "tolerantes" con este tipo de agravios. Solà puntualiza que los tribunales europeos "son mucho más estrictos" y pronostica que forzarán la justicia española a virar el rumbo. El doctor en derecho, que hizo un trabajo de campo sobre este tema, concluye que la mayoría de despedidos por encima de los 50 "no tienen un sentimiento de injusticia".
En la discriminación a la hora de despedir y contratar se suma el hecho de privar a los empleados mayores de formación, de arrinconarlos ... Marta se sintió menospreciada en muchas compañías. En una le pidieron que enseñara todo lo que sabía a una mujer joven. "Crea angustia ir a trabajar visualizando que esa persona te sustituirá cuando decidan prescindir de ti", lamenta. Dos años después la despidieron. No le dijeron que era "demasiado mayor", pero se sobreentendía. A Laura Rosillo y Marta Penina, amigas de infancia reencontradas en Facebook, les gusta ser lo que la sociedad considera "demasiado mayores". Por eso lucen orgullosas su cabello incipientemente blanco -que ya no teñirán-, como dos jovencitas lucirían sus pulseras de un festival. Rosillo se indigna: "Lo que envejece es la empresa, las personas evolucionan".
Felipe: un platanero
Es un árbol de ciudad, majestuoso, de gran altura y que florece entre marzo y abril. Si fuera un árbol, Felipe González sería un platanero, una especie muy urbana, exquisita. A diferencia del árbol de Liniers, a este platanero no lo han talado y continúa muy activo. Felipe proviene de un sector, el directivo, donde sí se valora y mucho la experiencia. A sus 59 años sigue en la brecha, pero ya de otra manera. Forma parte del consejo de administración de una empresa pero está liberado, participa aportando conocimiento y ayuda a orientar la estrategia de la compañía; pero ya sin las obligaciones y las cargas del día a día. Además de esto, Felipe es uno de los voluntarios seniors de la Secot, ayuda a los que quieren emprender. "Todos sus sufrimientos o desazones los hemos vivido nosotros previamente. Podemos hablar de forma abierta y totalmente imparcial", asegura.
Felipe estudió ingeniería y dirección de empresas y se diplomó en comercio exterior. Inició su trayectoria profesional con poco más de veinte años. Ayudó a abrir al comercio exterior la empresa familiar, del sector de la fabricación de muelles y resortes, en la que ha pasado la mayor parte de su vida laboral. Tras ser "empresario y emprendedor", con más de 50 años pasó a trabajar por cuenta ajena. Con la mirada luminosa y serena que irradian sus ojos azules confiesa que al final de las vacaciones ya aburre y que no quiere dejar de ser activo: "No me quiero jubilar de corazón". A través del voluntariado de la Secot considera que puede "devolver a la sociedad" lo que le ha dado. Precisamente esta experiencia de Felipe, que buscan las empresas y que aprecian los nuevos emprendedores, es el punto fuerte de los trabajadores de edad. Pero no siempre se tiene en cuenta. "Tenemos un problema cultural. Este país tiende a valorar muy poco la experiencia", lamenta Laura Pelay, vicesecretaria general del área externa de UGT Cataluña.
Proscritos por el mercado laboral, muchos trabajadores de edad se ven forzados a emprender, como Emili y Marta. Para el pino blanco que es Emili, en 2013 se acaban las llamas y las cenizas se esparcen. Con un socio abre una tienda de productos típicos del Empordà en el Pueblo Español de Barcelona. Pero las anchoas de la Escala o el arroz de Pals, en este caso, no tuvieron éxito y en un año la tienda cierra. Emili ya no se hunde tanto: "No es tan visceral. Sacas un aprendizaje: no era el momento ". El pino blanco vuelve a tener piñones; Emilio se vuelve a reconvertir como consultor y profesor. Recomienza con el programa Dinamitza't del Ayuntamiento de Premià de Dalt para canalizar las competencias hacia nuevas oportunidades laborales. Ahora imparte cursos de mozo de almacén y realiza algunas consultorías. Y tiene tiempo para cocinar los que, a su hijo, son "los mejores macarrones de la comarca".
Tener piñones una vez más, recomenzar, no es sencillo. "Estás agotado y tienes que volver a empezar. Cuesta. Pero cuando te pones cambia la historia ", reconoce Emilio. Rosillo recalca que emprender en la cincuentena "es más fácil que a los treinta", para que el trabajador de edad acumula una red de contactos muy útil, conoce atajos y comprende mejor la complejidad. Y añade: "Tenemos más paciencia. Cuando tienes 20 años lo quieres todo ya".
Antes de decidir emprender tanto Emilio como Marta estuvieron en paro. Como muchos otros veteranos que, en muchos casos, cobran el subsidio de 426 euros. "Los mayores de 55 años expulsados del mercado de trabajo son ciudadanos pobres que malviven", sentencia Pelay. Esta sindicalista defiende la propuesta Garantía +55 de UGT, que pide para ellos una prestación económica igual al salario mínimo interprofesional y que su pensión no sea "disminuida". Según cálculos del sindicato, el paro en edad tardía baja un 30% la pensión. Marta cobró el subsidio durante un tiempo. Alquiló habitaciones en su casa y cuidó ancianos. Cuando decide decantarse por la cestería, primero cuida cesteros mayores y sus familiares "a cambio de ser una aprendiz".
Con el retraso de la edad de jubilación y el envejecimiento de la población, Rosillo está convencida de que "el futuro es senior" y junto con otras personas en situación similar ha impulsado Senior Carisma, una red de maduros que "reinician" sus carreras profesionales. Los sindicatos recalcan que hay un problema cultural, que se valora poco la experiencia, reclaman empresas multigeneracionales y más implicación de la administración en la lucha contra la discriminación por edad. "Los jóvenes que han marchado no volverán -avisa Rosillo- y caerá sobre nosotros el peso de la producción". Marta, Felipe y Emili están redibujando Liniers. No quieren ser el árbol talado, sino uno centenario, esplendoroso. Y injertarán las veces que haga falta. Porque el árbol injertado aprovecha la resistencia del patrón para dar un fruto nuevo y jugoso.
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