La edad del mantenimiento

 

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La Historia de Diana y Alfredo: la Revolución Silenciosa

Imaginemos por un momento a Diana, una responsable de Recursos Humanos que hace tres décadas revolucionó la organización con sus ideas frescas y su enfoque disruptivo. Hoy, Diana tiene 58 años. Es la misma persona brillante, con más experiencia, con más conexiones, con más resiliencia. 

Pero hay algo distinto: Diana ya no es vista como un talento emergente, sino como alguien «pasado de moda». Irónicamente, justo cuando más tiene para ofrecer, el mercado comienza a darle la espalda y en su empresa le proponen o la jubilación anticipada o una baja incentivada. Antes de que sea tarde, Diana toma una decisión: montará su propio negocio... ¿Emprendedora a su edad?

Imaginemos por un momento a Alfredo, tiene de 68 años y una vida plena tras él. Durante más de cuatro décadas, fue gerente de una empresa tecnológica, liderando equipos, superando desafíos, y viendo cómo la industria cambiaba radicalmente. Cuando llegó la hora de su jubilación, muchos esperaban que Alfredo colgara el traje, se dedicara a viajar o a cuidar su huerto. Pero Alfredo tenía otros planes.

Lejos de retirarse a una vida tranquila, Alfredo decidió dedicar su tiempo a una misión que consideraba crucial: ayudar a otros a prepararse para una jubilación digna y a comprender lo que significaba la longevidad en el siglo XXI.  Su mensaje era claro: «La jubilación no es el final, sino el comienzo de una nueva etapa que puede durar décadas. Y esas décadas hay que vivirlas con plenitud y previsión».

Algo está cambiando, el futuro ya no es joven.

¿Sabíais que hoy en España hay más del doble de personas mayores de 50 años que menores de 18? Esta estadística debería hacernos replantear nuestra percepción de la fuerza laboral, del mercado y de la sociedad misma. 


Estamos viviendo una revolución demográfica. Es hora de ajustarnos a esta nueva realidad. De hecho, es más que un ajuste: es una oportunidad de oro. La longevidad es una conquista. El mundo está envejeciendo y se trata de un fenómeno global. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, todos los países se enfrentan a la presión del crecimiento de su población mayor. Para 2050, alrededor de 2,1 mil millones de personas tendrán más de 60 años. Si en 2015 ese número representaba el 12% del total, a mediados de este siglo casi se duplicará hasta el 22%. 

En España la tasa de natalidad hace décadas que está descendiendo hasta niveles que imposibilitan el relevo generacional. 

Y si hablamos del mercado laboral, los trabajadores sénior de 55 a 59 años han pasado de 2,3 millones de ocupados en 2008 a 4,1 en 2022, lo que supone un incremento del 78% en algo más de una década.

Los cotizantes junior de 15 a 29 años han bajado de los 4,6 millones a los 2,9 millones, un retroceso del 37 % en el mismo período de tiempo.

Estamos en la llamada “Década del Envejecimiento Saludable”, una iniciativa de alcance mundial que agrupa a sectores públicos y privados con un objetivo en mente: “mejorar la vida de las personas mayores y la de sus familias y comunidades”. El proyecto se centra en cuatro objetivos a alcanzar:

La percepción de la edad ha cambiado sobre todo en aquellas personas, mayores de 55 años, que ven cómo se alarga su madurez en buena salud tanto física como mental.

Lo que está cambiando es la distribución de los ciclos vitales y nos sitúan en un cíclico reinicio de nuestra carrera y nuestros planteamientos de futuro. Podemos iniciar un nuevo proyecto, un nuevo aprendizaje, una nueva vida… varias veces a lo largo de nuestra larga vida.

Caducan tecnologías, conocimientos, empresas y nosotros evolucionamos y nos adaptamos y cambiamos, si no tan rápido como cambia nuestro entorno, dejándonos fluir en esa sucesión de nuevas experiencias, nuevas realidades, nuevos compañeros de viaje.

Las generaciones más jóvenes nos enseñan el camino de la longevidad que pasa por distribuir nuestro tiempo con mayor eficiencia y gozo.



En contraste con generaciones jóvenes, los sénior, para que esta planificación de la longevidad sea exitosa, centraremos nuestros esfuerzos en el mantenimiento frente a la producción. Mantener la actividad, la salud, las tradiciones, la red de contactos, la energía…, con un objetivo: seguir llenando de sentido nuestra vida.

Las sociedades que desprecian el talento sénior están renunciando a una ventaja competitiva incalculable. Están ignorando la fuerza de una generación que ha llevado al mundo hasta donde está hoy. Es momento de cambiar la narrativa. 

¡Es hora de que la revolución demográfica se convierta en la revolución del talento sénior!

Nuevos negocios, nuevas necesidades de consumo, nuevos deseos en la madurez…, cambian también hacia dónde deben dirigir la mirada muchas empresas para dar respuesta a esta nueva mayoría y, en lugar de hablar de «Invierno Demográfico» propongamos proyectos de planificación de la longevidad y políticas «ProAging», en lugar de «AntiAging».

Diseñemos de forma colectiva, ya que este fenómeno nos afecta, afortunadamente, a todos, una «Economía de la Longevidad» que permita que la nueva mayoría, los sénior, sigan aportando su talento a la construcción de una sociedad mejor.

Envejecer es un premio si planificamos cuidadosamente nuestro día a día.



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