La revolución de los Golden Workers. Capítulo 3: La historia de Pedro



Imágenes: EBaddeley 
EBaddeley
Dafne decide ir a verle, después de visitar a fondo la web de la empresa de Pedro, en la que hay cientos de artículos sobre los llamados “Trabajadores de oro”, o sea, trabajadores maduros que quieren seguir en la brecha, estudios sobre demografía y envejecimiento de la población en Europa, recursos para compartir entre seniors autónomos, un blog en el que escribe sobre todo el propio Pedro... vaya ¡una mina para Dafne!


Decide dejarse de Internet y visitar a Pedro. Al parecer no tiene despacho propio, comparte un espacio con otros profesionales senior como él en un piso del Ensanche (coworking, lo llaman ahora). Sale más barato y en ocasiones, le cuenta Pedro, comparten mucho más que el ADSL y la impresora, colaboran puntualmente en proyectos que requieren de diferentes perfiles. 
Pedro es muy sincero con Dafne: Está empezando, llega justísimo a fin de mes y ha reducido drásticamente sus gastos hasta el punto que comer fuera de casa un menú de los baratitos, se ha convertido en un lujo que sólo puede permitirse un día a la semana.
Los últimos meses han sido muy duros . En primer lugar por la competencia: Barcelona está llena de “Golden Workers”, profesionales de más de 50 años, recién expulsados del mercado laboral sea por un ERE, sea por otras causas, que se reconvierten en “consultores”, “coaches”, “formadores”, “speakers”... Te los encuentras hasta en la sopa, al salir de una reunión con un posible cliente, reconoces en la sala de espera a Marcos, que hasta hace un mes fue director de recursos humanos en una importante multinacional, al asistir a una conferencia sobre la importancia de las redes sociales, te ves rodeado de colegas que, como tú, se han visto obligados a la emprendeduría forzosa, que es como ahora le llaman a estar desempleado; asistiendo a un taller sobre marketing descubres que María, que hasta hace dos días era una respetada project manager, ha dejado su trabajo de toda la vida y ha montado un bar en el que además se imparten talleres de ganchillo y patchwork ... ¡legiones de ex-empleados buscando clientes, una pesadilla!
Todos ellos, expertos en materias y especialidades en vías de extinción, a los que la intensa dedicación a su trabajo, (grave defecto de los babyboomers, como nosotros, que pusimos todos los huevos en la misma cesta, el trabajo), les ha impedido invertir en sí mismos y actualizar sus conocimientos, aprender constantemente y adecuarse a las necesidades actuales. Somos un desastre con la tecnología y hemos sido educados para “permanecer” en un puesto de trabajo por cuenta ajena, no para, como los juncos, adaptarnos a nuevas funciones, nuevas profesiones, nuevas competencias.



Durante meses, sigue Pedro, deambulé por la ciudad buscando el camino, buscando lo que me distingue de otros, mi valor diferencial... qué puedo ofrecer a otros. Sigo investigando, pero mientras, reúno a gente en mi misma situación, trabajo con ellos en la búsqueda de “El Elemento”, que diría Sir Ken Robinson. Deja que te lea, Dafne, un párrafo de la introducción de su libro:
“Mi objetivo al escribirlo es ofrecer una visión amplia de la habilidad y creatividad humanas y de los beneficios que supone conectar correctamente con nuestros talentos e inclinaciones individuales. Este libro trata de temas que tienen una importancia fundamental en nuestra vida y en la vida de nuestros hijos, de nuestros alumnos y de las personas con las que trabajamos. Utilizo el término «Elemento» para el lugar donde convergen las cosas que nos gusta hacer y las cosas que se nos dan especialmente bien. Creo que es imprescindible que cada uno de nosotros encuentre su propio Elemento, no solo porque nos sentiremos más realizados, sino porque, a medida que el mundo evoluciona, el futuro de nuestras comunidades e instituciones dependerá de ello.
El mundo nunca había cambiado tan rápido como ahora. Nuestra mayor esperanza de cara al futuro es desarrollar un nuevo paradigma de la capacidad para llegar a una nueva dimensión de la existencia humana. Necesitamos propagar una nueva apreciación de la importancia de cultivar el talento y comprender que este se expresa de forma diferente en cada individuo. Tenemos que crear marcos —en las escuelas, en los centros de trabajo y en los estamentos públicos— en los que cada persona se sienta inspirada para crecer creativamente. Necesitamos asegurarnos de que todas las personas tienen la oportunidad de hacer lo necesario para descubrir el Elemento por sí mismas y a su modo.”

Dafne se queda pensativa, ¿qué le apasiona de verdad? Es incapaz de responder a la pregunta. Sabe lo que se le da mal, pero no aquello para lo que es especialmente hábil. Nunca se ha parado a pensar en ello. Piensa en todos sus años de trabajo: en realidad lo que vendió fue su tiempo, no su talento, su docilidad, no su iniciativa, su lealtad, no su compromiso... 
Y Pedro al verla pensativa, insiste: Me di cuenta de que muchos de los compañeros de generación que me rodean, yo incluido, se independizaron, comenzaron a trabajar y se casaron muy jóvenes y desde entonces hasta hace cuatro o cinco años, la vida ha sido un lento progresar continuamente, mejor sueldo, más responsabilidad, una casa en propiedad, un coche cada tres o cuatro años cada vez más grande, cubrir todas las necesidades y los caprichos de los hijos... siempre más... hasta un día en que parece que el mundo se da la vuelta, se pone patas arriba y nos expulsa del sistema sin contemplaciones. 
Fuera de nuestra zona de confort nos sentimos desvalidos y sin recursos para movernos en esta nueva selva que no comprendemos.



Estoy empezando, Dafne, a los 54 años, tengo la sensación de vivir una nueva adolescencia llena de interrogantes y miedos, pero llena también de energía creadora. Le llamo “madurescencia” porque hasta mi cuerpo está cambiando, entrando en un nuevo estadio. Quiero ayudar a otros a reinventarse en la madurez... ¿Sabes? Dedico de nuevo, como en la adolescencia, muchísimo tiempo a estudiar, a aprender. Y a partir de mi experiencia, incorporar los nuevos valores necesarios para sobrevivir en este nuevo mundo. La diferencia con mi primera juventud es que ahora además tengo otro trabajo añadido: tengo que desaprender en la misma medida que incorporo nuevos hábitos y nuevos conocimientos, abandonar viejas costumbres, prejuicios y certezas que ya no me sirven para seguir en el camino. Y eso es doloroso, mudar la piel duele... 
Pero también sé ahora que no estoy solo. Somos muchos, porque nuestra sociedad envejece sin remedio y en breve seremos mayoría. Míralo desde este punto de vista, somos los trabajadores del futuro en un país con una tasa de natalidad por los suelos, las generaciones más jóvenes emigrando al extranjero y aumentando sin parar la esperanza de vida. ¡Somos el futuro! Y tenemos que construirlo entre todos. Estamos en era del conocimiento y la clave del éxito está en la colaboración, en juntar nuestros talentos y construir la nueva sociedad que empieza a emerger.





Dafne sale del despacho de Pedro más confusa de lo que entró pero con un gusanillo que cosquillea en su cabeza: Volver a estudiar..., reaprender, investigar..., curiosear, husmear...
Pero esto es materia del cuarto capítulo. CONTINUARÁ.

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