Ciclos laborales y nueva longevidad: Transformación y Gestión de la Edad
Imagen: Julita |
Las expectativas adversas que existen hoy sobre la vejez, casi siempre están basadas en la ignorancia o en premisas falsas. –Luis Rojas Marcos
En entornos líquidos (VUCA)
en los que nada es estable, se altera la evolución que hasta hace unas décadas
sufría nuestra carrera laboral:
Después de unos años de
formación y aprendizaje, que en el mejor de los casos duraba hasta los 22 o 23
años, se iniciaba el ciclo productivo, normalmente en una empresa que cubriría
todo nuestro periplo profesional y en la que nuestra relación con el “empleador”
era “tiempo de trabajo” a cambio de una nómina fija e inalterable todos los
meses, fuera cual fuera nuestra dedicación y esfuerzo, de la misma manera que
inalterable era el tiempo de permanencia en la empresa.
Después de 30 a 40 años de trabajo, a los 65 años,
llegaba la jubilación, aunque en muchos casos se producía antes (el 45 % de las jubilaciones que se han
producido a lo largo de 2018 lo son de menores de 65 años) y siempre al margen del conocimiento y
dedicación que el trabajador aportara a la empresa, al margen de su estado de
salud y su vitalidad, al margen del dominio del sector y de la relación con los
clientes, proveedores y entorno en general que ese trabajador sénior tuviera.
Pero la revolución
tecnológica y social que estamos viviendo nos hace adentrarnos en el terreno de
las carreras profesionales multiciclos, en los puestos de trabajo híbridos y en relaciones laborales que proponen
colaboraciones temporales entre iguales (Yo tengo un problema, una necesidad,
tú me ofreces una solución , un servicio). Ya no interesan, ni a trabajadores
ni a empleadores, estables y largas relaciones laborales, años y años
desarrollando las mismas tareas, las mismas funciones, rodeados del mismo
escenario y de las mismas personas.
Las generaciones veteranas
hemos transmitido nuevos valores a las nuevas generaciones: el deseo de continuas nuevas
experiencias, la necesidad de aprender algo nuevo cada día, la importancia de
adaptarse al cambio permanentemente y a
valorar el entorno personal y privado, tanto como el entorno profesional que
además debe conllevar, para que nos interese, la posibilidad de un constante
desarrollo personal y profesional.
Esos nuevos valores
emergentes responden a la necesidad de una sociedad más responsable, tanto a nivel individual
como colectivo, que “humanice” el trabajo y las relaciones laborales y trate a
los profesionales no como “recursos” sino como “productores independientes de
bienes y servicios”. De “tiempo a cambio de nómina” pasaríamos a relaciones en
las que obtener servicios y soluciones a cambio de una factura.
El trabajo por proyectos
requiere de una adaptación a cada propuesta que supone un aprendizaje
permanente de nuevos métodos, nuevas tecnologías y nuevas maneras de aplicar
los conocimientos, que ahora se vuelven obsoletos con mucha rapidez. La
transformación de las profesiones y los oficios exigirá períodos de reflexión y
formación para adaptarse a cada nueva realidad. Tan importante como la
formación permanente es la construcción de nuevo conocimiento a partir de
comunidades de aprendizaje en las que compartir experiencia y “trabajar en voz
alta (WOL Working out loud).
De esta manera, del ciclo
laboral de tres fases pasaríamos a carreras multiciclos en las que los
trabajadores apostarían por emprender un proyecto personal en cierto momento
vital, a trabajar por cuenta ajena en otros momentos o a dedicar un tiempo a su
transformación profesional, o a intensos momentos de su ciclo vital en los que
atender al cuidado de hijos, padres...
Imagen: Elaboración propia |
Empresas, consultoras, profesionales deberían participar en la construcción de este futuro que parece próximo e inevitable.
Prepararse para estos cambios significa, tanto en el seno de las organizaciones como de forma individual por parte de los profesionales , invertir todo lo necesario en la transformación de estructuras y profesiones de forma que desaprendamos viejos hábitos del siglo XX y entremos de lleno en espacios líquidos de crecimiento que llenen de sentido el longevo futuro que nos espera.
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