Decepción: El post de un domingo de elecciones
Poder y política están divorciados. Ni planificación, ni recursos: sólo palabrería. Estamos en manos de los mercados.
Veo en la tele a los actores de la jornada de hoy desde mi ciudad, Barcelona: humo, palabras huecas, guerras internas, batallas de patio de colegio... representando su papel con energía y entusiasmo, buenos actores, todo tan poco serio, tan de cartón piedra, tan lejos de los problemas que acucian el día a día de cualquier catalán de a pie...!!!
Y mientras los políticos grises, vulgares, sin carisma, mezquinos y tantos de ellos corruptos, celebran todos y cada uno de ellos su particular victoria, los ciudadanos de a pie, que llevamos un mes rozando la pelea entre hermanos, el sabor amargo de la contradicción en el velo del paladar, el dolor de la pérdida de derechos sociales, la pérdida de la alegría y la confianza a favor del imperio del miedo, de la amenaza, de la pérdida, del enfrentamiento tan, tan, tan ibérico, cenamos en silencio, sintiéndonos extraños en nuestra propia ciudad.
Sé que acabaré yéndome aunque no quiera, a un lugar donde se oiga la voz de los ciudadanos y donde un parlamentario represente la opinión popular. Sé que ese lugar aún no existe y que seguramente hay que volver a la inocencia de inventar un mundo nuevo, lejos de esta farsa, donde no existan ni multinacionales, ni mercados, donde volver a inventar el mundo artesano y amable.
¡Qué pena, todo!
Veo en la tele a los actores de la jornada de hoy desde mi ciudad, Barcelona: humo, palabras huecas, guerras internas, batallas de patio de colegio... representando su papel con energía y entusiasmo, buenos actores, todo tan poco serio, tan de cartón piedra, tan lejos de los problemas que acucian el día a día de cualquier catalán de a pie...!!!
Y mientras los políticos grises, vulgares, sin carisma, mezquinos y tantos de ellos corruptos, celebran todos y cada uno de ellos su particular victoria, los ciudadanos de a pie, que llevamos un mes rozando la pelea entre hermanos, el sabor amargo de la contradicción en el velo del paladar, el dolor de la pérdida de derechos sociales, la pérdida de la alegría y la confianza a favor del imperio del miedo, de la amenaza, de la pérdida, del enfrentamiento tan, tan, tan ibérico, cenamos en silencio, sintiéndonos extraños en nuestra propia ciudad.
Sé que acabaré yéndome aunque no quiera, a un lugar donde se oiga la voz de los ciudadanos y donde un parlamentario represente la opinión popular. Sé que ese lugar aún no existe y que seguramente hay que volver a la inocencia de inventar un mundo nuevo, lejos de esta farsa, donde no existan ni multinacionales, ni mercados, donde volver a inventar el mundo artesano y amable.
¡Qué pena, todo!
Vamos a buscar ese sitio y vayámonos, Laura. De verdad...
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