Todos tendremos que hacer como Don Quijote: la revolución madurescente

Ilustración: G. Doré

"Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años." Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Cap. 1


Y Don Quijote abandona lo que había sido  su vida hasta entonces y comienza lo que el Dante llamó "Vita Nuova"... Así que podemos también entender "El Quijote" como la historia de la crisis madurescente de un hidalgo aburrido de la vida rural y que comienza una "vita nuova" en un último intento por convertir su vida en una aventura apasionante.

Y visto así, se nos antoja más próximo y real y entendemos su locura mucho mejor que la maravillosa excusa de Cervantes de que la mucha lectura de novelas le "secó el cerebro".

Recibe varios nombres, como por ejemplo, "Demonio del mediodía" (por el aburrimiento que sentían los monjes después del almuerzo) o "síndrome de Gauguin" (por la decisión que tomó el pintor de dejar su entorno familiar y marcharse muy lejos) y hace referencia a la huida hacia adelante, a los grandes cambios personales, laborales y/o familiares que toman las personas al llegar a la madurescencia (alrededor de los cincuenta años) tras hacer un balance negativo de su vida hasta el momento.

Se trata de una crisis de personalidad experimentada alrededor de esa edad que provoca un deseo de algo nuevo que nos devuelva la ilusión por vivir. Es la crisis de la MADURESCENCIA.

Como dice G Montero en su magnífica ponencia: "Enfrentando el dolor por la madurescencia", los adultos realizamos un ímprobo trabajo psíquico cuando dejamos de ser necesarios para el plan de la especie (la reproducción) e iniciamos el envejecimiento.

Si en la adolescencia sorteamos una serie de pruebas de iniciación para ser considerados miembros adultos de la sociedad en un viaje de ida (como explica Joseph Campbell en El héroe de las mil caras, hablando del viaje del héroe), la madurescencia indica el momento de iniciar el camino de vuelta, el retorno o "catábasis", un descenso a los infiernos del que saldremos "humanizados", poseedores de una nueva sabiduría de la vida, algo valioso para compartir con otras personas.

Tanto en la adolescencia como en la madurescencia se produce una revolución significativa en nuestro cuerpo (cambio metabólico, fisiológico y hormonal), pero en la madurescencia junto a las primeras señales de envejecimiento: canas, arrugas, pérdida de tono muscular, suelen acontecer situaciones que acentúan la crisis madurescente: síndrome del nido vacío, envejecimiento, enfermedad o muerte de los padres, enfermedad crónica o incurable, muerte de coetáneos... y pérdida de la fertilidad.

Este panorama, como a Don Quijote, nos empuja a reinventarnos para salir del "más de lo mismo" y superar la sensación de que nos queda poco tiempo.

Y esta mañana, escuchando a Nekane Rodríguez de Galarza, directora general de Lee Hecht Harrison España, hablando sobre el futuro del trabajo y el futuro del talento, he llegado a la conclusión de que la generación de los "babyboomers", que son los aquejados de crisis madurescente en este momento, pueden encajar perfectamente en el nuevo paradigma empresarial y social que está emergiendo si, precisamente, entran en crisis y resurgen como el ave fenix a la "vita nuova". Ellos mejor que nadie necesitan reinventarse para iniciar como las águilas el vuelo de renovación que les permitirá tener una segunda oportunidad para realizar sus sueños más secretos continuamente aplazados por mor del pacto social. La madurescencia nos devuelve la libertad.

El futuro económico y social pasa por el aprendizaje a lo largo de la vida, la innovación y creatividad en el trabajo, la integración, adaptabilidad y el trabajo colaborativo, magníficos retos para inventarnos una nueva profesión, un nuevo trabajo, una nueva vida con la ventaja sobre otras generaciones de la urgencia que da el saberse más allá de la mitad del camino.

Hablaba Nekane de que en Europa en el 2020 habrá 73 millones de puestos vacantes debido a la gran crisis demográfica que vivimos, y que tiene visos de empeorar ya que nuestros jóvenes no encuentran trabajo y por lo tanto no se independizan ni procrean, y permanecen en un estado adolescente permanente que no se resuelve. Por otro lado la población europea envejece sin remedio y en paralelo además se alarga (¿alcanzaremos los 100?) la esperanza de vida. Muchos de esos 73 millones de puestos de trabajo será ocupados por máquinas y robots y muchos por golden workers, trabajadores que rebasarán con mucho la tradicional edad de jubilación.

Lo que las máquinas no puedan hacer es lo que nos tocará hacer a los mortales. Y hay que prepararse para ello, hay que, como Gauguin, salir de nuestra zona de confort e iniciar la aventura en un entorno extraño y a veces lejano a nuestro hogar de siempre, hay que calzarse las botas de siete leguas y hollar caminos nuevos y aprender a cada paso para disfrutar en el tercer capítulo de la vida de aventuras sin par en un mundo nuevo que será mejor si nosotros así lo decidimos.


Heinrich Friedrich Füger- Prometeo






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