El futuro del trabajo es sénior: Encendiendo la hoguera de los Golden Workers.

Desmitificando la vejez..., hacia una libertad situada, Aimar/De Dominici/Stessens/Torre/Videla

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En la entrada anterior hablaba de las intervenciones y debates que se produjeron en el seminario "El envejecimiento de la población trabajadora" la semana pasada, en la UIMP en Santander, y he dejado para este nuevo post, mis reflexiones más personales sobre mi generación y su futuro como trabajadores en activo, futuro que irá mucho más allá, seguramente, de lo que nosotros habíamos previsto o deseado. 

Dicen que nuestro fuego interior se está apagando y que  la energía, la pasión, la ilusión y la imaginación decaen con la edad. Cualquier fuego necesita una chispa para reavivarse y por lo que leo, oigo y siento, los trabajadores sénior recibimos más jarros de agua fría  que chispas y combustible que mantengan nuestra hoguera encendida.

Efectivamente, los "babyboomers" vivimos y trabajamos en entornos fuertemente edadistas, sometidos a una persistente discriminación por edad, que nos empuja a tener pánico a envejecer (gerascofobia) y a probar todo tipo de recetas mágicas para mantenernos jóvenes de aspecto y de espíritu.

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Y así, el mejor halago que pueden ofrecernos es el socorrido "no representas la edad que tienes" o "la edad es una actitud mental y tú tienes un espíritu joven", frases con las que estigmatizan la madurez..., y de esta forma llenamos gimnasios, nos privamos casi de cualquier placer culinario, vestimos como quinceañeros..., todo en aras de mantener esa ilusión de la eterna juventud, como si no hubiéramos leído a Wilde y su "Retrato de Dorian Grey".

Es difícil sustraerse a esa presión del optimismo juvenil sin medida, que nos hace olvidar con frecuencia que la juventud es también época de incertidumbre y tristezas y no sólo de alocado optimismo y energía creadora, y que el camino recorrido nos dota de recursos que nos permiten resolver con menos esfuerzo situaciones y problemas mucho más complejos que en nuestra juventud.

Como comenté en el post anterior, la madurez ya no es lo que era y las expectativas de  esperanza de vida de mi generación se sitúan en una media de más de 25 años de vida a partir de los 60 años y eso altera lo que hasta hace bien poco ha sido el ciclo vital de una persona. Una longevidad media de 83 años en un aceptable estado de salud física y mental (la tasa de dependencia de los mayores de 65 años es España en el 2013 es del 26,3%, apenas una cuarta parte de todos los mayores de 65 años) hace que tengamos que plantearnos, más que alargar indefinidamente la juventud, planificar sucesivos y diferentes ciclos vitales y profesionales, de forma que cada etapa de nuestra vida pueda ser plena y productiva, dependiendo, más que de la edad, de nuestra experiencia, preparación, capacidad de adaptación, estado físico, expectativas de desarrollo, momento emocional, etc. y que deberemos preocuparnos más por mantener nuestra empleabilidad, nuestra capacitación y capacidad de innovación y emprendimiento, que por mantener puestos de trabajo obsoletos que llenaron ciclos vitales ya pasados.

Deberemos reinventarnos tantas veces como sea necesario y vivir intensamente, tres, cuatro... las que nos ofrezca la vida... carreras profesionales y recorridos vitales. Cada ciclo, cada etapa es un nuevo comienzo, una nueva oportunidad de aprender, de crecer, de ampliar nuestro mundo...


¿Es realmente la panacea pasar 35 o 40 años en el mismo lugar de trabajo realizando la misma tarea o función? Ese será y es el castigo, esa es ya la condena de tantos compañeros de generación que temen el cambio, que temen salir de la caja de lo conocido, de lo que en su día les funcionó, lo que en el pasado supuso su éxito. Esa es la maldición y no el cambio, la transformación, la evolución, el seguir aprendiendo, seguir creciendo y desarrollándose tanto personalmente como vitalmente. 

Cada nuevo ciclo supondrá una fase inicial de reinvención en la que hacer balance de nuestros anteriores ciclos profesionales, analizar nuestras fortalezas y talentos para relanzar nuestra carrera, conociendo bien nuestro valor diferencial. Esta fase inicial a la que yo llamo "madurescencia" en la que ponemos en marcha una crisis de identidad que vuelve a encender la hoguera, alimentada por la curiosidad y la ilusión por lo que comienza y que se resuelve en un nuevo yo profesional acorde con el nuevo ciclo y fruto de las experiencias vividas.

El talento sénior se vuelve así imprescindible porque aúna la experiencia pasada con la voluntad de participar en el cambio social y económico, el cambio de modelo, de paradigma, de mundo.... que estamos viviendo.

La propuesta en la que estoy trabajando tanto como profesional independiente como a través de la Red SENIOR CARISMA quiere dotar de recursos a los trabajadores sénior (tanto empleados como autónomos) que deseen abordar su carrera profesional en la madurez como un nuevo reto, con las armas que otorgan la experiencia y la ilusión, para enfrentar una nueva etapa profesional en tiempos volátiles, inciertos, complejos y ambiguos (VUCA). Profesionales que quieran seguir aportando su talento para contribuir a la transformación del trabajo y la sociedad de forma que sean más justos, sostenibles y responsables.

La Red Senior Carisma quiere ayudar en procesos de tránsito y transformación hacia la autonomía, la independencia y la libertad personal a través de la colaboración en red, promoviendo espacios para compartir conocimiento tácito y donde seguir desarrollando el talento individual y la inteligencia colectiva.
La Red Senior Carisma quiere ayudar a las empresas a promover espacios de reconocimiento del talento sénior, al relanzamiento de la carrera de los trabajadores sénior, la promoción de los equipos de trabajo multigeneracionales y en el desarrollo de programas de Gestión de la Edad (Age Management).


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“No quiero rejuvenecer, ya he sido niña y he corrido, he jugando como niña, ya he sido joven y he bailado, me he enamorado, he gozado y sufrido mi juventud, he criado hijos y me han dado alegrías y penas, ahora quiero ser vieja, quiero gozar y sufrir mi vejez, eso es lo que correctamente me toca”. 
Eso dicen las Awichas bolivianas.

 

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