Tiendas de barrio ¿crisis o ineficiencia?

Pongamos que ha bajado el consumo de las familias españolas. Pongamos que lo que antes esta pequeña tienda de barrio facturaba en una semana, ahora tarda casi tres en conseguirlo. 

Pongamos que como nos dedicamos hace más de 50 años a lo mismo, no estamos dispuestos a cambiar ni una coma de nuestro negocio y nuestra manera de relacionarnos con los clientes, que, hasta ahora, han venido a nuestro pequeño comercio por iniciativa propia y nunca hemos tenido que salir a buscarlo allí donde estuviera.

Pongamos que hablamos de un pequeño negocio familiar que en su día llegó a tener además de a casi todos los miembros de la familia, hasta cuatro empleados y que, el cabeza de familia ronda a día de hoy los 90 años y trabaja por afición, (sólo faltaría), cuando le apetece y ha delegado absolutamente la gestión de la tienda en sus hijos.

Pongamos  que en estos duros tiempos que corren, ¡ay, la maldita crisis! han reducido sus empleados al mínimo imprescindible aunque pretenden producir lo mismo, y que eso supone que exigen a cada profesional la dedicación y el esfuerzo de dos personas, con lo que, a menudo, se les ve agotados y quemados.

Pongamos que además de no subirles el sueldo, lleven el tiempo que lleven e ingresen lo que ingresen, dejan de pagarles las horas extras, los días festivos, las pagas extras..., con lo que alguno de los empleados es imposible que pueda mantenerse con su sueldo y se vea obligado a buscar otras ocupaciones que a menudo coinciden con el horario comercial de la tienda y obligan al empleado a mentir sobre falsas visitas al médico, falsas bajas, compromisos ineludibles frecuentes...

Pongamos que el empleado que queda asume el trabajo del absentista y trabaja por cuatro, lo que redunda en su salud y en su rendimiento.

Pongamos que para ahorrar gastos, los propietarios recortan el presupuesto y la calidad del género con el que trabajan, con lo que cada vez tienen menos oferta y de peor calidad.

Pongamos que baja la clientela por ese motivo ya que, los que sí consumen, prefieren pagar el doble en la tienda de la competencia y asegurar la calidad de los productos y el servicio.

Competencia que es además mucho más agradable de trato, ya que no regatea parte de su sueldo a los empleados.

Pongamos que ante esta situación las mentes brillantes de los propietarios de la pequeña tienda de barrio burgués, en lugar de mejorar su oferta, mejorar las condiciones laborales de sus empleados y relanzar el negocio, deciden rescindir el contrato de sus empleados y repartirse el trabajo entre los familiares a la espera de que el momento sea algo más propicio para traspasar el negocio que es, en realidad, su máxima ilusión y proyecto de futuro.

Esta historia la viví en primera persona ayer ya que atañe a una persona que me es muy próxima, un profesional enamorado de su oficio, y que se ha encontrado en el paro, por la ineptitud total de los propietarios del comercio en el que trabajaba.

Pero esta historia es moneda común. Achacamos a la crisis lo que es torpeza, tacañería, cortedad de miras y ruindad.

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